Mis amigos y otros animales
Vivir durante dos meses en las Islas Galápagos, tener la oportunidad de visitar muchos de sus hermosos paisajes y conocer algunos (menos de los que me gustaría) de sus habitantes es una experiencia única para un biólogo marino. No sería adecuado despedir este diario de viaje, que ya ve su final, sin agradecer sinceramente el apoyo entusiasta de toda la Fundación Charles Darwin para que mi estancia y trabajo resultasen óptimos. Mis amigos de BIOMAR, en especial, han logrado hacerme sentir como uno más de su equipo y me han permitido incluso participar de una de sus famosas mingas (zafarranchos de limpieza general que tienen lugar cada 6 meses).
El equipo de BIOMAR casi al completo. De izquierda a derecha y de arriba hacia abajo: Diego Ruíz, del área de estudio de ecosistemas, Mauricio Castrejón, de pesquerías, Robi Pépolas, del área técnica de buceo, Anika Krutwa, de ecosistemas, Alex Hearn, jefe del área de BIOMAR (e investigador principal de nuestro proyecto GALANGOSTA en Galápagos), Annie Lalancette, voluntaria en pesquerías (y encargada del trabajo de entrevistas y SIG del GALANGOSTA), Cesar Peñaherrera, becario en pesquerías, Julio Delgado, del área técnica de buceo (¡y buceador desde los 10 años!), Natalia Tirado, de ecosistemas, un servidor, Jerson Moreno, de pesquerías (y encargado de la parte de telemetría del GALANGOSTA), Marco Toscano, de ecosistemas y Mariana Vera, de ecosistemas. Gracias a todos.
Gracias también al resto de mis amigos, las bestias, los peces y los pájaros que me han contado historias increíbles durante estos meses.
Y con los que he compartido el mismo techo, con mayor …
o menor entusiasmo por mi parte.
He disfrutado enormemente contemplando las distintas relaciones que los habitantes de las islas mantienen entre sí y con su medio. El muelle de los pescadores es un lugar magnífico para ello.
Estos pelícanos de galápagos (Pelecanus occidentalis urinator) esperan expectantes, su plumaje temblando por la tensión, las sobras que resultan de la limpieza del pescado.
Las garzas azules (Ardea herodias) también se acercan como comensales. Son las garzas más grandes de América y poseer un pico digno de respeto.
Estos niños juegan a arrojar restos de pescado a las fragatas (Fregata magnificens) de la Isla de Isabela.
Un claro ejemplo de relación constructiva…
… relación mutualista…
… y parasitaria.
Todo un programa de relación al más alto nivel.
Volviendo a los habitantes originales de las islas, las iguanas marinas (Amblyrhynchus cristatus), pasan la mayor parte del tiempo asoleándose. Necesitan disponer de energía suficiente para sumergirse (hasta 15 m de profundidad) y ramonear las algas de las que se alimentan.
Existen 7 subespecies de iguanas marinas repartidas por todo el archipiélago. Todas ellas disponen de una glándula de la sal para eliminar su exceso. Está situada en sus narinas y les permite expulsar un chorro de salmuera a considerable distancia, con lo que acercarse demasiado puede no ser excesivamente recomendable.
Sus parientes terrestres llegan a pesar 13 kg y vivir 60 años. Existen entre 5000 y 6000 ejemplares repartidos en 2 especies. En la imagen, una iguana terrestre de Seymur (Conolophus subcristatus).
Otro reptil endémico, a la vez que vistoso y localmente abundante, la lagartija de lava (Tropidurus sp.).
Los lobos marinos de galápagos (Zalophus californianus wollebaeki) resultan enormemente curiosos. Las hembras y jóvenes se acercan a jugar con bañistas y buceadores, pero los grandes machos pueden llegar a ser peligrosos en época de celo.
Los lobitos se reúnen para jugar y hacerse compañía en ausencia de los padres.
Los reptiles que dan nombre a las islas, las tortugas gigantes (Geochelone spp.) gustan de retozar en barrizales.
En la actualidad existen 11 especies diferentes de tortugas gigantes. Se cree que antiguamente existieron 14 especies.
Pueden llegar a medir 170 cm de diámetro, pesar 300 kg y vivir 170 años.
Su situación es de vulnerabilidad, sólo quedan un total de 25000 ejemplares de los más de 250000 que había antes de la llegada del hombre a las islas.
Se alimentan de una amplia variedad de vegetales.
Las especies introducidas compiten con ellas por el alimento, o se alimentan de huevos y juveniles. En la Fundación Charles Darwin existe un programa de cría en cautividad que ha logrado salvar de la extinción la especie de la Isla Española.
Las tortugas marinas son excepcionalmente abundantes en las aguas de todo el archipiélago. En la imagen, una tortuga verde (Chelonia mydas agassizii).
Las estrellas Nidorellia armata son también muy abundantes. No por ello dejan de ser enormemente fotogénicas.
La holoturia (Isostichopus fuscus) se encuentra virtualmente extinta por la excesiva presión pesquera a la que se ha visto sometida en los últimos años.
Las poblaciones de erizo blanco (Tripneustes depressus) han disminuido en los últimos años.
Este pez erizo balón (Diodon holocanthus) puede inflarse de agua si es molestado y evitar de esta manera ser devorado.
El trambollito percebe de galápagos (Acanthemblemaria castroi), endémico de las galápagos, vive dentro de la concha vacía de un cirrípedo.
Un grupo de gringos (Paranthias colonus) nadan entre corales negros (Antipathes galapagensis), exclusivos de estas aguas.
Los peces cirujano (Prionurus laticlavius) se agrupan en grandes bancos para desplazarse en busca de alimento.
Sólo hay un arrecife coralino en las Galápagos, aunque siempre hay alguna colonia presente.
El escorpión roquero (Scorpaena plumieri mystes) se camufla a la perfección en su entorno y puede producir una picadura venenosa muy dolorosa con las espinas de su aleta dorsal.
La raya de espina (Dasyatis brevis) también dispone de un dardo venenoso en la base de su aleta caudal.
La mordedura de la morena (Gymnothorax dovii) no es venenosa pero sí muy dolorosa por su potencia. De todas maneras, no resulta agresiva para los buceadores. Abre y cierra la boca para respirar, no para amenazar.
Los pómpanos acerados (Trachinotus stilbe) atacan a sus presas muy cerca de la superficie y prefieren áreas con poderosas corrientes.
Las garzas de lava (Butorides sundevalli), otro endemismo, son activos y agresivos cazadores que acechan en las orillas.
Su nombre hace referencia a la coloración de su plumaje, que les permite pasar desapercibidas en un ambiente de roca volcánica.
Estos jóvenes pelícanos de galápagos aguardan pacientemente el retorno de sus padres con su alimento.
Por el contrario, este pollo de fragata magnífica no dispone de compañía para pasar el rato.
Los machos de las fragatas disponen de una bolsa encarnada bajo el pico, que una vez inflada de aire les sirve para atraer a las hembras que vuelan a baja altura, atentas a la exhibición.
El gaviotín cabeciblanco (Anous stolidus galapaguensis) cría en pequeños cantiles.
Una de las rarezas de las islas, el pingüino de galápagos (Spheniscus mendiculus). Es el segundo pingüino más pequeño del mundo, el único que se encuentra en el hemisferio Norte y el único que cría en zonas tropicales. Sólo existen 2100 individuos de esta especie, por lo que está considerado como en peligro en el libro rojo de la IUCN.
El guaco (Nyctanassa violacea) es una garza nocturna que de noche sale a alimentarse.
Y estas langostas constituyen una abundante fuente de alimentación.
El piquero de patas rojas (Sula sula) es uno de los pocos piqueros que anida en los árboles.
Numerosos jóvenes piqueros perecen durante sus primeras prácticas de vuelo. Si caen al mar les resulta difícil despegar con el plumaje empapado.
La gaviota tijereta (Ceagrus furcatus) es un endemismo reproductivo de Galápagos pero su población no se encuentra amenazada.
Por el contrario, la gaviota de lava (Larus fulginosus), un endemismo estricto con una población de menos de 1000 individuos es una de las gaviotas más raras y vulnerables del mundo.
Los pollos de piqueros de patas azules (Sula nebouxii) son alimentados por sus progenitores durante mucho más tiempo que otras especies de piqueros. Esto es debido a que los patas azules no se alejan para pescar mar adentro, por lo que la crianza no les resulta excesivamente gravosa. Este pollo practica arrojando y recogiendo en el aire una ramita, una técnica imprescindible para tragar un pez a favor de escama.
Los machos tienen un tamaño menor que las hembras y su pupila presenta un menor diámetro relativo.
En compensación son unos fantásticos danzarines. Practican una estrafalaria danza durante el cortejo en la que la exhibición de las coloreadas patas tiene gran importancia. Los silbidos con que la acompañan pueden escucharse en los cantiles a lo largo de todo el año.
Sí, son completamente azules.
El pinzón terrestre grande (Geospiza magnirostris) es la especie de pinzón con el pico más potente. Se alimenta de las semillas más grandes, por lo que tiende a abundar más que las otras especies en épocas de sequía, pues no sufre competencia para acceder a su recurso.
El papamoscas de galápagos (Myiarchus magnirostris) también es endémico de estas islas.
No así los garrapateros (Crotophaga ani), que fueron introducidos hace unos años probablemente por algún ganadero con la intención de que espulgaran al ganado.
A veces se los puede observar acompañando a las tortugas gigantes para cazar los insectos que huyen a su paso.
Que es lo que anduve buscando
bajo el ardiente sol destello
de rayos de sol dorado,
por aquel paisaje agreste y bello
donde no se escucha ruido,
ni un trino, ni palabra
que penetre al oido.
Todo se forma en sentido
de visiones e ideas,
entre cráteres y rocas
que asemejan risas locas
de grandes máscaras feas,
con descomunales bocas.
Yo buscaba por la lava
me internaba entre los cactus
observaba, rebuscaba
caminaba y caminaba,
por momento me aburría
cuando el sol me castigaba
y la sed que me aplastaba
más el hambre y la fatiga.
Y sin importarme nada
de poco o mucho que diga,
miraba como vivían
muchas especies, tranquilas,
caminando por las islas,
pero ellas nunca sabían
que la vida que tenían
de interés mundial sería.
Observaba si la iguana
se alimentaba de Opuntia,
si el galápago en su vida
dormía o no dormía,
y si esto aprendía
recorría un callejón
buscando aquel pinzón
que tiene su pico corto
y no puede quedarse absorto
mirando siempre, al gusano.
Y buscando un buen espino,
se pone alegre y contento,
le clava con mucho tino,
aquel bicho, su alimento.
Las especies, Antonio Constante Ortega, 1965.