¿Por qué seguimos comiendo atún rojo del Atlántico?

Si es que nos lo vamos a cargar… tal y como comentan esta semana en Seamonster. También piden que nos unamos al boicot.

 

 

Join 25,000 other people that have pledged to stop eating endangered Atlantic bluefin tuna.  We are hunting this incredible fish to extinction, regional management is not working, the industry is corrupt and market forces are against us.  So why not just reduce demand? Go here to take the pledge and to see who else has joined the movement.  And see all of our coverage of Atlantic bluefin tuna here including Why are we still eating bluefin tuna? and Bluefin land on the red list.

El porqué de mi silencio

Hace ya mucho que no escribía en este blog, pero tenía buenas razones para mi silencio:

Hace aproximadamente siete años volví de una estancia en Brasil con la idea de realizar una tesis doctoral. Por aquel entonces yo formaba parte de la directiva de la Federación Galega de Actividades Subacuáticas (FEGAS) como responsable de su Departamento de Biología. Por ello sabía que en Galicia los conocimientos sobre las pesquerías recreativas en general y submarinas en particular eran muy escasos. Además tenía acceso al archivo de campeonatos de pesca submarina que la FEGAS había acumulado durante los últimos 50 años; y aquel archivo ofrecía una oportunidad única para estudiar los cambios a largo plazo operados en los ecosistemas costeros gallegos.

Mis conocimientos acerca de la dinámica del doctorado eran escasos y poco realistas, así que me fui al Departamento de Biología Animal, Biología Vegetal y Ecología de la Universidade da Coruña para hablar con algunos de mis antiguos profesores. Para ser sincero, recordaba muy vagamente a Juan Freire, pero en cuanto le conté mi idea, se entusiasmó. Le pareció una oportunidad fantástica, y a pesar de que estaba ocupado dirigiendo varias tesis y que en aquel momento no había espacio para mi en el laboratorio, me animó a continuar con el proyecto. Se ofreció a guiarme durante los dos primeros años del Diploma de Estudios Avanzados, y si todo iba bien, durante los tres siguientes de doctorado.

No es un tema especialmente difícil -me dijo- en un par de años, o tres como mucho puedes leer la tesis. Sí, en eso me engañó, pero a cambio me enseñó a empezar a pensar como un científico y nunca dejó de creer que terminaríamos esta tesis (aunque a veces dijera lo contrario, por fastidiar). Durante estos años mi verbo florido sufrió cruelmente con sus inmisericordes tijeras, pero pocas veces hemos tenido que variar la redacción de nuestros artículos (hemos tenido que revisar el inglés, pero eso es porque somos españoles).

Además, Juan hizo algo poco corriente en la relación usual entre doctorandos y directores. Siempre ha valorado mis opiniones, me ha animado a ser creativo, y sobre todo se ha preocupado por obtener fuentes de financiación no sólo para investigar, sino para que yo pudiese disfrutar de un sueldo y consiguientemente de una vida privada ajena a la Universidad. Y cuando las fuentes públicas de financiación fallaron, recurrimos a las privadas y cuando estas también lo hicieron creamos una empresa.

Por todo ello estoy sinceramente agradecido a Juan, mi director de tesis.

He dedicado mi tesis a mi familia y otros animales no sólo como homenaje a los buenos ratos que la lectura de los libros de Gerald Durrell me hizo pasar durante mi adolescencia (gracias a mi madrina por regalarme el primero de ellos); es que mi infancia tuvo también algo de Durrelliana. Según mis padres siempre me han interesado más los bichos que las personas. Por ello, en mis recuerdos de juventud están muy mezcladas mis familias humana y animal: los delfines, mi abuela Margarita y los lorchos de la rampa del muelle de la Graña; el Lagarto, mi abuela Melela y Sigi, con Pipo y Corinto (¡que caballos más bonitos y buenos!) y los langostinos de las charcas de Extremadura (en realidad renacuajos); las vacas de Manuel, el perro pulgoso, los reos del Pozo do Rego, mis tíos y primos durante aquellos veranos interminables en el Pazo do Souto; mi tío foca, las ranas y las colecciones de mariposas; la jauría de perros y primos; y Luquitas y mi Padre.

Lucas era un precioso cachorro de cocker spaniel que mi madre regaló a mi padre dentro de una cajita, cuando ya estaba muy enfermo. Fueron inseparables hasta la muerte de mi padre y ahora no puedo pensar en uno sin que el otro me venga a la memoria. Sigo echando de menos a mi padre, sobre todo, curiosamente, cuando necesito forjarme una opinión sobre alguna cuestión de actualidad. Mi padre era un periodista de raza. Recuerdo que al pedirle su opinión sobre alguna cuestión nunca me daba su opinión personal, sino que me hacía un resumen de todos los puntos de vista. Recuerdo que yo me impacientaba y terminaba por pedirle que me dijera lo que pensaba él realmente. Sonreía, imagino que pensaría en la impaciencia de la juventud, y terminaba por dármela a regañadientes. Gracias papá por enseñarme a ser crítico, algo que me ha sido de utilidad no sólo en esta tesis, sino a lo largo de mi vida.

Para terminar una tesis es necesario dar un golpe de riñones. En mi caso, ese esfuerzo final vino de la mano de mi hija Ada. Diana dio a luz a Ada después de un parto largo, complejo y absolutamente impresionante, el 26 de abril de 2011, pocos días después de haber depositado esta tesis. La proximidad del nacimiento de Ada consiguió que finalizase mi tesis en muy poco tiempo, por lo que verdaderamente Ada nació con un pan bajo su bracito.

Además, para que mi tesis pudiese ser terminada han colaborado muchas otras personas e instituciones:

Todos los miembros del Grupo de Investigación en Recursos Marinos y Pesquerías de la Universidade da Coruña han ayudado de múltiples maneras.

La confianza del presidente de la FEGAS, Enrique Brandariz, de su secretario, Manuel Segade y del resto de la directiva, resultaron absolutamente imprescindibles.

Gracias a Javier (mi suegro), a Tito, a Iván, a Fernando, a Chuchi y (sobre todo) a Carlos por su inestimable colaboración en la pesca de congrios, maragotas y lubinas. Gracias igualmente por su participación en los seguimientos de telemetría y otros trabajos relacionados a mis compañeros del Grupo de Investigación en  Recursos Marinos y Pesquerías, a los estudiantes voluntarios y a los trabajadores del Aquarium Finisterrae.

Agradezco también la colaboración prestada por la Federación Provincial de Cofradías de Pescadores de A Coruña y las Cofradías de pescadores de Ares, Barallobre, Caión, Cedeira, Ferrol, Laxe, Lorbé, Malpica, Mera, Mugardos, O Barqueiro, Pontedeume y Sada.

Me gustaría también agradecer los comentarios de J. Otero (IIM-CSIC) y J.A. García-Charton (Universidad de Murcia), que contribuyeron enormemente a la mejora del contenido de esta tesis.

Mi tía Chus, que lo mismo vale para un roto que para un descosido y te ayuda aunque no quieras, resumió y ordenó la bibliografía de la introducción general. Mi madre y su amiga María Moliner revisaron el estilo (y sobre todo las preposiciones) de algunos de los textos. Mi hermano me ayudó (poco) con el inglés (pero da igual). Mis amigos me ayudaron aguantándome y estando ahí: Charlie, Jorge, Adrián, Eva, Sandrita y todos los pajarólogos. Jorge Candán, uno de mis escasos amigos del Aquarium Finisterrae (de verdad, de los que no te fallan, junto con María Moyano) fue la persona que me presentó en la FEGAS y que por lo tanto me dio la oportunidad de realizar esta tesis. Gracias también a Isabel (mi suegra) por su buena disposición en todo momento, y por fregar mi casa a escondidas cuando no estamos en ella, y gracias a Lupo por ser el mejor perro del mundo.

Finalmente, cabe mencionar que parte de los trabajos de esta tesis doctoral fueron financiados por la Fundación Océano Vivo, por la Xunta de Galicia (Plan Galego de Investigación, Desenvolvemento e Innovación Tecnolóxica), proyecto PECOS (PGIDIT05RMA10301PR), por el Ministerio Español de Educación y Ciencia y por los Fondos Europeos de Desarrollo Regional (ERDF), proyecto CONNECT (CTM2006-09043/MAR).

Y aquí está la razón de todo ello: Comunidades de peces de los arrecifes rocosos costeros de Galicia: ecología e impactos humanos (mi tesis doctoral):.

 Tesis Pablo Pita Web

Y aquí un enlace a mi presentación (no es demasiado estable, lo siento):

http://prezi.com/4gotkqfgjx9s/doctorado-de-pablo-pita/

El nacimiento de un signo

30 metros de profundidad y la visibilidad apenas es de 2 metros. El agua está tan nublada y fría como el día en Cedeira (A Coruña). El fondo es arenoso, pero grandes masas de rocas se insinúan en la penumbra. Me centro en los controles de mi cámara de vídeo mientras Sara, mi compañera de inmersión, se prepara para tomar una muestra del fondo.

Un súbito golpe sobre mi cabeza me aturde durante un instante. Desorientado y un poco asustado, noto un potente zumbido que me hace temer que una embarcación esté pasando sobre mi cabeza. Rozándome. ¡Pero no es posible a 30 metros!.

Me agacho instintivamente y miro hacia arriba para descubrir espantado que un enorme pez torpedo nada sobre mi cabeza y se pierde entre las sombras. Todo ha sido tan rápido que no he tenido tiempo de filmar al animal.

Miro a Sara y me asusto aun más. Parece sufrir un ataque epiléptico. Pero no, trata de decirme algo. Los signos no son claros. No entiendo -gesticulo-. Cálmate, más despacio -le señalo-.

¡El torpedo me ha golpeado en los labios, me ha soltado una descarga y después se ha ido a por tí !-logro entender al fin. Pero a mi no me ha freído la cabeza, como sería de esperar. Imagino que porque estaba ya medio descargado después de dormirle la boca a Sara y mi capucha de neopreno me ha protegido (o porque la tengo hueca, como dice mi madre). Sólo el susto y ese extraño zumbido crepitante dentro de mi cabeza.

Pero, ¡por qué no me has avisado!.

Pues ¡porque no me dio tiempo!. Y además, no hay signos de buceo para: ¡cuidado, que hay un pez torpedo, que ataca la boca y la cabeza!.

Los ojos y espiráculos de un pez torpedo o tembladera (Torpedo marmorata). Estos simpáticos animalitos pueden descargar hasta 220 voltios y 1 amperio.

Pero no era la primera vez que evaluaba la potencia eléctrica de estos peces. Todo aquello me hizo recordar las entrañables descargas de un gigantesco pez torpedo que teníamos que alimentar a mano y buceando en el Aquarium Finisterrae. Llegaban hasta el hombro pese al neopreno. Aunque aquel animal comía pescado troceado, no podía evitar descargar su electricidad antes de comer. Y todo porque a los simpáticos jefes de los que entonces disfrutaba se empeñaban en mantenerlo en exhibición; pese a que estos peces se entierran en la arena y son imposibles de ver por los visitantes.

Detalle de la cola del animal. En realidad recuerda mucho a una sartén (eléctrica).

Pues bien, propongo un nuevo signo con el significado de Pez Torpedo. Puede usarse conjuntamente con el de peligro (puño cerrado dirigido hacia el peligro), con el de problemas en (mano horizontal y oscilando de lado a lado) e indicando por último el objetivo del ataque del condenado bicho.

Signo de buceo propuesto para pez torpedo. La oscilación debe de ser rápida.

Mar del Norte

Las fronteras naturales, como las humanas, son lugares complejos. Su naturaleza no perdona errores, pero en ocasiones ofrecen buenas oportunidades a los habitantes con la fortuna de aprovecharlas. Los ecólogos denominan ecotonos a las fronteras que unen ecosistemas. En ellos la diversidad de animales y plantas suele ser muy elevada, ya que se nutren de los representantes de ambos lados de la frontera y además, de sus propios especialistas (los contrabandistas, podría decirse).

Otras fronteras, por el contrario, son tan abruptas que en realidad separan a sus habitantes. Alfred Russell Wallace (1823-1913), el coautor de la teoría de la evolución con Darwin, pasó varios años viajando por el archipiélago malayo recolectando especimenes para su venta. Como resultado de sus investigaciones y viajes, se dio cuenta de que las faunas de Oceanía eran diferentes de las de Asia. La línea imaginaria que las separa se denomina desde entonces Línea de Wallace.

(CC. Dibujo de P. A. Salguero. Modificación en castellano de Image:Wallace's line.jpg)

La Línea de Wallace, que separa las faunas de Oceanía y Asia.

Pero una de las primeras cosas que uno aprende al fotografiar en la naturaleza es que, al contrario que entre las construcciones humanas (Gaudí fué bastante animal en este sentido), las líneas rectas son prácticamente desconocidas; y bajo el agua, la ausencia de rectas constituye toda una ley. Pero toda ley tiene sus excepciones y este es el relato de una de ellas.

La frontera es difusa y tortuosa, pero culebrea incansable y aparentemente sin fin a 10 metros de profundidad bajo la agitada superficie.

En ella se separan (¿o se reúnen?) dos antiguos reinos que dan vida al paisaje submarino del Mar del Norte Escocés. Arriba se agita lo que debería permanecer inmóvil: el oleaje mece grandes algas pardas. Debajo, incongruentemente inmóvil, un tapiz animal colorea las rocas: manos de muerto. Miles de ellas.

Manos de muerto rosadas, manos de muerto fuertemente anaranjadas…

… manos de muerto pequeñas, manos de muerto enormes…

Manos de muerto por todas partes.

Los corales abajo, las algas arriba.

Las rocas llegan a desaparecer bajo las colonias de estos corales.

Resulta un nombre un tanto tétrico para unos animales tan vistosos. Las manos de muerto son colonias de corales blandos que habitan las aguas templadas y frías de varios océanos. Pero aquí, en las frías y turbias aguas del Mar del Norte, alcanzan su máxima expresión.

Cuando esa mañana salí de Edimburgo y conduje hacia el amanecer tenía la vaga esperanza de realizar una inmersión en algún punto del litoral del Mar del Norte. Así que, un poco a la aventura, visité un par de pueblos costeros, de esos con pequeños puertos acorazados ante la furia de los mares de esas latitudes.

Un barco saliendo del puerto para faenar.

Si el paisaje y el Mar de Escocia son agrestes, todo lo contrario sucede con sus gentes. Los escoceses son muy amables. Pero hablan muy raro. Así que a pesar de sus buenas intenciones me perdí varias veces antes de llegar a donde me indicaban, ya desesperado. Mereció la pena.

St Abbs es un pequeño y precioso pueblecito incrustado en el impresionante litoral del Mar del Norte.

Hace ya unos años se creó aquí una reserva marina con una particularidad que en mi opinión la haría inviable en nuestro país: es voluntaria. Sólo están prohibidas las artes de pesca de arrastre. Los pescadores de la emplean artes tradicionales como las nasas para capturar los abundantes mariscos de esta reserva de St Abbs y Eyemouth. Los gestores de la reserva han dado a conocer un código de conducta y proponen medidas de gestión a los pescadores y visitantes.


Ver St Abbs & Eyemouth en un mapa más grande

La Reserva Marina de St Abbs y Eyemouth. 

Un arrastrero irlandés del Mar del Norte.

La reserva fue creada en 1984 y parece que renta buenos servicios a nivel ecológico, pesquero y turístico. En estas aguas lo único que abunda más que las manos de muerto son los mariscos. Una multitud de nécoras, bogavantes y bueyes de Francia se arrastran por el fondo, compitiendo por las pocas grietas que quedan libres. Los bogavantes son los únicos que se consumen en el mercado local, las nécoras se exportan a España y los bueyes se desechan. Por otro lado, las aguas de la reserva son uno de los 3 mejores sitios de buceo de Gran Bretaña y son visitados por miles de turistas cada año. Y también es un lugar importante para la nidificación de aves marinas, especialmente frailecillos y gaviotas tridáctilas.

Una nécora (Necora puber) entre las omnipresentes manos de muerto.

Uno de los abundantes bogavantes (Homarus gammarus) de la reserva de St Abbs y Eyemouth.

Los bueyes de Francia (Cancer pagurus) se cuentan por miles.

Buey escocés (Bos taurus) para establecer comparaciones.

Una pequeña embarcación, calando nasas en la Reserva de St Abbs y Eyemouth.

Estas estrellas de mar son muy grandes.

Las ofiuras, más pequeñas, a cambio son más coloridas.

Durante una de las inmersiones tuve la buena fortuna de poder contemplar a un ejemplar de una de las especies de peces más amenazada del mundo: el bacalao del Mar del Norte. Estos animales han sido objeto de una persecución tan intensa que según algunos autores está virtualmente extinto y nunca podrá recuperar sus abundancias pasadas. No tuve la misma suerte con el pez lobo, que a pesar de habitar estas aguas, se mostró esquivo. Las maragotas por el contrario, son muy abundantes, enormes y muy confiadas.

Un bacalao (Gadus morhua) bajo una roca. Es un pez muy bonito, de un vistoso moteado sobre un fondo anaranjado.

¿Una larva de bacalao?.

Una confiada y vistosa maragota (Labrus bergylta).

Una pequeña maruca (Molva molva) entre las rocas. Estos peces llegan a alcanzar los 2 m de longitud.

La costa de St Abbs, con la colonia de aves marinas al fondo.

El motivo de mi viaje a Escocia, por otra parte era asistir al Simposio Europeo de Biología Marina para presentar nuestros primeros resultados acerca de la evolución temprana de otra reserva, la de Os Miñarzos en Lira (A Coruña).

El póster que presentamos en el Simposio Europeo de Biología Marina.

Pero indudablemente Escocia en verano es demasiado atractiva como para pasarse una semana en un congreso…

Así que hubo que darse una vueltecita por las Highlands…

Disfrutar de la gastronomía local.

O no tanto…

… conocer paisajes pintorescos…

… y trabar relación amistosa con algunos de los habitantes locales.

Consejos para viajeros

Para no correr el riesgo de volverse sin haber mojado el traje, lo aconsejable es organizarse un poco si uno tiene intención de bucear (sobre todo si se ha viajado con el equipo a pesar de la frontal oposición de tu pareja) . Yo tuve la increíble suerte de encontrarme en St Abbs con Amanda Thom, del Soutscroft Dive Center. Ella suele chartear los fines de semana uno de los barcos de buceo de la localidad para sus amigos. Amanda fue tan amable que me invitó a acompañarlos a cambio de compartir el gasto del barco. También me guió en las inmersiones e intentó (sin éxito) localizar para mi un pez lobo.

Buceamos desde el Tiger Lilly, un 12 m propiedad de Paul y Rachel Crowe.

Paul fue la primera persona que me encontré al llegar a St Abbs. Me miró ciertamente confundido cuando le pregunté si por allí alguien buceaba. Si bien el estaba liado con una botella de buceo y un compresor de carga, yo en aquel momento aún desconocía que el regentaba un hotel para buceadores y que aquella era una reserva marina visitada por miles de buceadores.

La flotilla de barcos de buceo en el puerto. En todos ellos hay un ascensor que facilita enormemente el retorno a la embarcación desde el agua.

La temporada de buceo es más larga de lo que cabría esperarse para estas latitudes y puede bucearse casi todo el año. El agua es fría, no llegaba a 14º en el mes de agosto, así que el traje seco es muy recomendable.

El amistoso grupo de buceadores que me admitieron en su barco.

Antes de la segunda inmersión los barcos vuelven a tierra para que los ateridos buceadores puedan reconfortarse con un café bien caliente en el pequeño restaurante del puerto. Un menú alternativo que recomiendo es cullen skink, una sopa a base de pescado, cebolla y patatas con un delicioso aroma ahumado, regada con una buena pinta de Tennents, la cerveza local con más éxito. Caso omiso a los comentarios del resto de buceadores.

El lugar de mi segunda inmersión. Desgraciadamente una fuerte corriente nos impidió localizar a los peces lobo.

Contacto y reservas

El Rock House es un encantador bed & breakfast especializado en turismo subacuático.

Está en el puertito de St Abbs y es un lugar inmejorable para conocer los fondos marinos del Mar del Norte de Escocia.

Tlf. 07710961050 /paul@divestabbs.com

Un grupo de cisnes en el puerto de St Abbs.

El Scoutscroft, regentado por Amanda Thom, es un centro de vacaciones que organiza viajes y excursiones por Escocia e incluye tienda de buceo.

Tlf. 01890771669 / divescoutscroft@yahoo.co.uk 

St Abbs y su puerto, en el entorno de su Reserva Marina.