El hombre desmedido

Leo en Peixología, el interesante blog sobre ictiología del biólogo José Azevedo, que hace poco ha sido publicado en Nature el descubrimiento de «la madre [vivípara] más antigua del mundo», un pez placodermo de hace 380 millones de años. Se trata de un hecho que no deja de ser, en palabras del autor:

Apenas que este é o registo de viviparidade mais antigo que se conhece. Mas deixa-me a pensar que pode ter acontecido que descendamos de um ancestral vivíparo, que perdeu essa capacidade na cisão dos peixes ósseos, apenas para a re-ganhar com a passagem para o meio terrestre, através do longo processo cujas etapas são ainda hoje visível nos anfíbios, répteis, monotrématos e marsupiais. Mas talvez não: afinal a viviparidade evoluiu pelo menos 42 vezes em 5 dos 9 principais grupos de peixes…

Si un buen número de las especies de tiburones actuales son vivíparas, y como apunta J. Azevedo, se sabe de la existencia de especies de tiburones más antiguas que el fósil madre descubierto, cabe pensar que la viviparidad evolucionó con anterioridad, y que el tiburón más antiguo, de al menos 400 millones de años, era vivíparo, como nosotros.

Más me sorprendente la noticia, publicada en Conservation Magazine, de que una hembra virgen de tiburón martillo, Sphyrna tiburo, ha dado a luz. En el artículo original, se explica que sus crías han nacido realmente por partenogénesis (es decir, sin la intervención de un macho) y que por lo tanto son idénticas a su madre.

Este descubrimiento nos deja a los mamíferos como la única clase de vertebrados que no nos clonamos. Un extraño caso de adicción al sexo.

¿Clon? de tiburón martillo (Sphyrna lewini) que fotografié en las Islas Galápagos (ver anteriores entradas de este blog).

Stephen Jay Gould (1941-2002), uno de mis autores preferidos, publicó en 1981 la falsa medida del hombre. En este libro, Gould criticaba, entre otras cuestiones, lo que él llama la falacia del ranking: nuestra propensión a organizar en forma de escalas crecientes los sistemas complejos de variaciones continuas.

De esta manera, organizamos la vida sobre la tierra como una pirámide, con las bacterias apropiadamente situadas en la base y nosotros dominando cómodamente desde la cúspide a todos los demás organismos. Si esta visión antropocéntrica de la historia natural es falsa, precisa además de establecer los necesarios peldaños (separaciones) de esta egocéntrica escala de la vida. Por supuesto, el más importante de estos escalones es el que nos separa de los otros animales.

Pero establecer una verdadera medida del hombre no está siendo tarea fácil. Orgánicamente somos prácticamente idénticos a muchos de nuestros familiares (chimpancés, bonobos, gorilas y orangutanes). Tenemos menos pelo y nuestro cerebro nos permite alcanzar mayores cotas de abstracción. Pero menos y más no son números. Es necesario cuantificar para separar con garantías, y esto no es posible hoy por hoy (¡ni a lo mejor lo será nunca!). ¡Si hasta nuestros dientes son tan parecidos a los de los cerdos que los expertos se confunden cuando los encuentran en el registro fósil!.

El lenguaje parecía un firme candidato a establecer una división duradera entre el resto de los animales y nosotros, hasta que a algún gracioso se le ocurrió enseñar a hablar mediante la lengua de signos a chimpancés y gorilas. Cuidado: señalar que ellos no pueden emplear el lenguaje oral supondría relegar a un escalón inferior a los sordomudos humanos, por ejemplo.

¿El empleo de herramientas?. O mejor aún: ¿la confección y empleo de herramientas modificadas?. ¿La transmisión de lo aprendido como cultura?. Hace mucho tiempo que se conoce entre chimpancés la modificación de ramitas para capturar las termitas en el interior de los termiteros. Más recientemente se ha sabido que algunos chimpancés fabrican lanzas para cazar pequeños monos (¿a alguien le extraña que una herramienta termine por emplearse como un arma?). Después transmiten este conocimiento a otros individuos. Esta transmisión cultural está ampliamente confirmada en numerosas poblaciones animales, tan dispares como las ballenas y los chochines.

La primera acepción para la palabra hombre en el diccionario de la RAE es ser animado racional, varón o mujer. Lo cual no deja de ser enormemente amplio y ambiguo, ya que la definición para varón es ser humano de sexo masculino, y para mujer persona del sexo femenino. Si consultamos el término persona, obtenemos individuo de la especie humana, con lo que volvemos al principio.

El diccionario de la lengua española Espasa Calpe define hombre como ser racional perteneciente al género humano, caracterizado por su inteligencia y lenguaje articulado. Pero de nuevo, ¿que pasa con los hombres que no usan el lenguaje articulado?. Dejemos asimismo aparcada la espinosa definición de inteligencia y su medida, para la cual Gould apuntaba otra falaz tendencia nuestra: la de convertir conceptos abstractos en entidades (como el coeficiente intelectual). Centrémonos sin embargo en perteneciente al género humano: Homo spp. Esto parece sencillo, entonces hombres son: Homo sapiens, H. neanderthalensis, H. antecessor, H. habilis, H. erectus… Pero entonces Australopithecus spp. queda fuera de la definición de hombre, y si estos eran más cercanos a nosotros que los propios chimpancés, aquel famoso peldaño fronterizo parece ahora más inestable que nunca.

Para terminar, y dejando de lado falacias de escala y simplificaciones absurdas acerca del raciocinio, parece claro que lo único que podemos decir acerca de nosotros mismos sin temor a equivocarnos, es que somos grandes monos vivíparos, amantes del sexo y sin capacidad para la autoclonación. Por ahora.

En el mismo instante en que usted lee estas líneas, bajo las oscuras aguas del Océano Atlántico, una selección de grandes depredadores costeros nos están aportando datos reveladores acerca de su vida íntima.

Área de estudio de nuestro proyecto, al Oeste de A Coruña. Las líneas representan el área cubierta por nuestros receptores (unos 500 m aprox).

Congrios, lubinas y maragotas nos revelan su posición al mismo tiempo que ofrecen información acerca de sus períodos de actividad y descanso. Lo hacen puntualmente cada pocos minutos y lo seguirán haciendo durante los próximos meses (hasta que se les acaben las pilas o alguien los pesque).

Algunas marcas de telemetría (pingers) preparadas para ser insertadas sobre los animales.

Para el desarrollo de la fase de telemetría del proyecto PECOS (aquí más información, y aquí y aquí), nos interesaba conocer el uso que estos depredadores hacen del hábitat, por lo que estamos empleando sistemas de telemetrí­a de última generación: marcas emisoras adosadas sobre los animales y receptores automáticos sumergidos que registran los ultrasonidos emitidos por las marcas. Cada marca emite un sonido codificado (que una vez registrado y descargado en un programa informático) nos permite identificar a cada individuo.

Llevar a la práctica un proyecto como este requiere, además de financiación suficiente (estos sistemas no son precisamente baratos), probar la tecnologí­a (cuestión que resolvimos en las Islas Galápagos durante el proyecto GALANGOSTA) y planificar minuciosamente los trabajos antes de finalmente ejecutarlos. Durante nuestra planificación anticipamos una buena cantidad de puntos débiles que nuestra metodología presentaba a priori. Así que, como es habitual, diseñamos experiencias paralelas para cuantificar los errores derivados de nuestra intervención, así como descubrir las potenciales dificultades ocultas. 

-No, no lo limpie que no es para comer.

-¿Como?.

-Que me lo llevo tal y como está.

Con el cuchillo aún indeciso y una mirada entre alarmada y aliviada, la pescadera no se lo termina de creer.-¿Con escamas y todo?. -Inquiere para asegurarse.

-Si, si, no es para comer. Es para investigar.- Añado inoportunamente a modo de justificación. No lo puedo evitar, cada vez que voy a la pescadería a adquirir un pescado con fines no gastronómicos me siento como un blasfemo. No se si por la propia santidad del símbolo del pez, su milagrería asociada, los santos pescadores o el precio del gas-oil.

-Les vamos a insertar unas marcas para luego seguirlos.

-¡Pero si está muerto!.- Doy un brinco. A estas alturas, toda la clientela me mira sin recato. Algunos con la boca abierta.

-Ya, ya. Este es para las pruebas.- Ahora me siento peor, un criminal. No sólo no es para comer, sino que está destinado a las humildes pruebas, un pescado tan hermoso y ni siquiera será el objeto de una investigación principal.

-Pues en caldeirada, los pintos están buenísimos- me espeta una clienta. No logro discernir si como información desinteresada o como una puya intencionada con ánimo de criticar el despilfarro de fondos públicos destinados a la investigación en general y a esta en particular. O quizás me llevo el único pinto y la familia de la señora andaba con ánimo de caldeirada, las artimañas de las amas de casa pueden ser enormemente elaboradas.

-Yo prefiero la maragota, es más suave- miento para pasar al contraataque y salir zumbando.

Con ese ejemplar realizamos las pruebas de inserción y el test de alcance de las marcas. He de decir en nuestro descargo que por aprovechar el animal, lo descongelamos y volvimos a congelarlo tantas veces que finalmente, además de perder todo parecido con un pinto, olía horriblemente. De hecho hube de esquivar miradas de disgusto por parte de mis compañeros de laboratorio cada vez que abría el congelador. Claro que se que no pueden criticarme en exceso: sus huevas de erizo desecadas en estufa tampoco constituyen el componente secreto de ningún perfume francés (o sí, quien sabe).

Marcado de un ejemplar de congrio (Conger conger).

En un principio ponderamos la inserción quirúrgica de las marcas en la cavidad abdominal. Después una serie de pruebas con la ayuda de Marta Castelo, veterinaria especializada en peces (y otros vertebrados) en cautividad, nos decantamos por una inserción externa. Finalmente hemos desarrollado un método de inserción mediante marcas «T» (o Floy Tags) que resulta tan rápido que no precisa de la administración de anestésico a los animales (aunque no a todos, como veremos). Con este método minimizamos el período de recuperación de los ejemplares y el estrés al que se ven sometidos, cuestión de vital importancia si tratamos con peces.

Inserción quirúrjica de una marca de telemetría.

Un pinto (Labrus bergylta) recién capturado y listo para su liberación después de ser marcado.

La cuestión del cambio en las costumbres y la supervivencia de los animales después de la inserción de la marca sería resuelta mediante el seguimiento de ejemplares mantenidos en cautividad en las instalaciones del Aquarium Finisterrae de A Coruña.

Instalación de la base de cemento para el fondeo de los VR2W (receptores de las marcas de telemetría).

Un vídeo demostrativo de la instalación del mismo receptor.

Una vez que instalamos los receptores en nuestra área de estudio, todo estaba preparado para comenzar la fase final. Solicitamos permisos de pesca experimental para adquirir los ejemplares necesarios y salimos de pesca. En nuestro primer lance obtuvimos nada menos que 3 congrios. Ahí se acabó nuestra suerte, tras varios infructuosos intentos, recurrimos a los profesionales que operan en la zona. Tampoco hubo suerte.

Congrio recién capturado.

Un amigo me aconsejó que me diese de alta en foros especializados en pesca en mar y solicitase colaboración. Así lo hice, ya desesperado en www.rapaleando.com y www.robalizas.net. Todo bien al principio, congratulaciones por nuestro proyecto, numerosos ofrecimientos de ayuda, algún que otro intento pero ninguna efectividad. Cuando los tertulianos comenzaron a discutir acerca de si era acertado o no que pagásemos a los pescadores por las piezas capturadas (inicialmente 10 € por ejemplar, 50 € finalmente), empecé a impacientarme. Cuando empezaron a quedar para tomar cervezas pensé que no íbamos a conseguirlo.

Fue entonces cuando conocí a Carlos, ojillos azules y franca cara de angelote barbudo. El mejor pescador de lubinas de la zona. No quería el dinero, él buscaba feed-back. Quería conocer mejor a sus presas habituales: las lubinas.- Yo me encargo, esto me encanta -me decía muy serio,- me gusta la pesca más que respirar -.

Congrio recién marcado y listo para ser liberado.

En menos de una semana nos solucionó el compromiso: en 2 días teníamos las lubinas (la mayor rondaba los 3 Kg), se organizó con su amigo Chuchi para largar un palangre y obtener los congrios y con Fernando para las maragotas en otra jornada. Estupendo.

De delante hacia atrás: Chuchi, un servidor y Carlos virando el palangre.

  

De hecho capturamos con gran sorpresa 2 morenas (Muraena helena) con el mismo aparejo.

En lo único que no resultó de gran ayuda fue a la hora de echarle la mano a los congrios.- ¡Ay!, que si te muerde te arranca la mano, ¡que yo lo se!. -Finalmente anestesiamos a los congrios, más que para evitar mordiscos, para permitirnos insertarles las marcas sin peligro de insertárnoslas a nosotros mismos en el proceso.

 

¡Atrápame ese congrio!. Unos buenos alicates estratégicamente oxidados son absolutamente imprescindibles.

Con este cartel intentamos difundir entre los pescadores la posibilidad de que pesquen peces marcados para que nos ayuden con nuestro proyecto.

Gracias a Javier, a Tito y a Iván, a Fernando, a Chuchi y (sobre todo) a Carlos por su inestimable colaboración en este proyecto. Gracias igualmente a mis compañeros del Grupo de Recursos Marinos y Pesquerías, a los estudiantes voluntarios que han participado: Palma, Patricia, Pablo, Ana y Rocío (estas últimas autoras del blog sirenitas sin capucha) y a los trabajadores del Aquarium Finisterrae.

III Gala de Premios Galicia Submarina

El pasado día 14 de diciembre de 2007 se celebró la III edición de los premios Galicia Submarina, organizada por la revista Espacio Submarino con la colaboración de Caixanova. Dos de los galardonados en el evento pertenecen a nuestro Grupo de Recursos Marinos y Pesquerías: Gema Casal, que recibió el premio de «Investigación» por su trabajo «Desarrollo de la infraestructura de datos básica de un sistema de información geográfica para las costas gallegas» y Ramón Muíño, que recogió el premio «Mar Limpio» como Investigador Principal del Proyecto «Manejo espacial del recurso langosta espinosa en las Islas Galápagos, Ecuador» (del que ya he hablado en este blog: Viaje de un (sub) naturalista V).

Adicionalmente fue proyectado un vídeo con algunas imágenes sobre el proyecto de las Galápagos que fueron montadas por los propios organizadores de la gala (algo apresuradamente por mi tardanza en entregar los originales) y filmadas por un servidor:

(Cuando hiela, al aguacioso)

En las zonas costeras, como ocurre en el campo, cada época del año impone una determinada actividad. Durante las navidades, además de la extracción más o menos artesanal de los mariscos y pescados que adornarán nuestros manteles más festivos, tienen lugar otras pesquerías menos conocidas.

Aguacioso pescado

Cuando las tenues atmósferas de las noches invernales propician importantes heladas, los aguaciosos (Ammodytidae) se entierran en algunos arenales costeros galaicos en importantes cantidades. Los habitantes de estas zonas, conocedores de esta costumbre, se aprovechan de este recurso estacional con la intención de consumirlos directamente, o bien para usar a estos peces como cebo para piezas mayores.

Pescador y bolo

Para esta poco conocida pesquería se emplean unas herramientas manuales de mango largo, provistas de una hoja metálica similar a las de las hoces para la siega, pero desprovistas de filo. La técnica de manejo, que precisa de un elevado grado de aprendizaje, consiste en arrastrar la herramienta por la arena hasta contactar con el cuerpo de uno de estos alargados peces, para una vez aprisionado entre la hoja y el calzado, apresarlo con la mano.

Pescador de aguacioso

Pescador de aguaciosos

Pescadores de aguaciosos

Pescador 3

Tuve la oportunidad de contemplar a varios de estos pescadores en acción en la desembocadura de la laguna de Baldaio (A Coruña) hace unos días, brindando un curioso espectáculo.

Aguacioso

Los aguaciosos bajo el agua forman nutridos bancos que consumen plancton entre aguas y que durante la noche se entierran en los sedimentos blandos del fondo marino. Estos peces forman parte importante de la dieta de las aves y mamíferos marinos en toda Europa, pero en particular de las grandes colonias de cría del Norte.

Un nuevo Moby Dick

El blanco animal riguroso (leucismo, término tan horrendo que propongo albomelanismo, mucho más elegante, donde va a parar) es en la naturaleza un color extraño fuera de los ambientes nevados. El contraste con un fondo más oscuro lo convierte en una característica poco propicia para pasar desapercibido, circunstancia que casi todo animal pretende durante buena parte de su existencia. Es por esto que el albinismo (falta de pigmentación) excita nuestra imaginación de una manera tan efectiva.

Si la cara amable del albinismo resulta evidente (Copito de Nieve, Snowdrop…), en la literatura las cosas no han sido siempre tan tiernas.

Los «Morlocks» de «La máquina del tiempo» (1895) de H.G. Wells (1866-1946), en contraste con los Eloi («gráciles, vegetarianos e inofensivos«), eran criaturas «de un blanco desvaído, y que tenía unos ojos grandes y extraños de un rojo grisáceo, y también unos cabellos muy rubios que le caían por la espalda (…) ¡Aquel ser se asemejaba a una araña humana! (…) Habitan el subsuelo del planeta, en total oscuridad, por lo que tienen unos ojos de un tamaño anormal y muy sensibles«.

Abundando en lo anterior, hace algo más de 150 años, Herman Melville (1819-1891) publicó Moby Dick (1851), un texto que cambiaría la visión que el gran público tenía acerca de las ballenas.  Ahora bien, el cachalote que finiquitó la obsesión del Capitán Ahab (y a él mismo), estaba basado en un monstruo marino real: Mocha Dick. Este animal fue un cachalote albino que realmente hundió barcos durante 40 años hasta que una tripulación constituida por tripulantes internacionales fletó una embarcación con el único objetivo de acabar con el monstruo.

Alex Hearn, Jefe de BIOMAR de la Fundación Charles Darwin de las Islas Galápagos me envía un vídeo que muestra un tiburón ballena albino. Las imágenes han sido tomadas por Antonio Moreano en la Isla de Darwin. Juzguen ustedes si se trata de un monstruo amable o terrorífico.