Los penne all´ametriciana estaban francamente buenos y lo mismo opina un grupo de veloces obladas que se disputan los restos que Corrado, armador del Anthias anthias, arroja por la borda. El descanso está resultando de lo más placentero, pero un traicionero licor de mirto me hace dudar de mi capacidad para afrontar una segunda inmersión. Me recreo durante unos instantes en el contraste entre el anaranjado del granito y el turquesa más increíble de la Cala Coticcio y me sumerjo para perderme en el aguamarina intenso de los ojos de un rape.
Un rape (Lophius piscatorius) al acecho sobre el fondo.
El ojo en detalle. Una joya en un rostro poco agraciado.
El fondeadero de Cala Coticcio desde la proa del Anthias anthias.
Ni rastro de enanos ni de bailarinas, pero el Norte de Cerdeña está resultando una fiesta para los sentidos. Una escapada de una semana me concede el tiempo suficiente para admirar el antiquísimo granito sardo, que erosionado en mil formas curiosas conforma un paisaje muy abrupto que se continúa bajo el azul del Mediterráneo. Los fondos del Parque Nacional del Archipiélago de La Maddalena están compuestos por enormes y redondeadas rocas, asentadas sobre arenales colonizados por praderas de plantas marinas. A pesar de vivir bajo el mar, la Posidonia oceanica, al igual que nuestra Zostera marina, no es un alga, sino una planta superior con sus flores incluidas. Estos vegetales dan vida a un ecosistema tan enormemente rico y de una localización tan restringida que ha debido ser protegido por la legislación comunitaria. Adicionalmente, estas praderas actúan como barreras naturales frente al oleaje, protegiendo tanto las infraestructuras litorales humanas como nuestras queridísimas playas. A pesar de todo ello, las agresiones sobre estos hábitats son muy frecuentes: obras de infraestructura portuaria, extracciones de áridos y el empleo de artes de arrastre son las más habituales. El mayor problema reside en el lento crecimiento de las comunidades de posidonia (2-6 cm/año), por lo que tardan siglos en recuperarse después de una agresión.
El azul del mediterráneo a través de las hojas de posidonia.
Una pequeña pradera de posidonia entre grandes rocas.
Un tapiz viviente de castañuelas se acerca a darme la bienvenida. Se aproximan curiosas para huir en ordenado estallido ante la irrupción de mis burbujas, y repetir el ciclo de manera aparentemente interminable: agradecidos ejemplos vivientes para aquellos que sostienen la inmerecida falacia de la memoria del pez. Semiocultas en la penumbra de cualquier pequeña oquedad relucen los miopes ojos de las morenas. Abundan tanto que resulta imprudente descansarse con descuido sobre las rocas. Sorpresivamente abundantes resultan también los Discodoris atromaculata. Feo nombre para estos llamativos nudibranquios, que con su disfraz de vaquita suiza forman auténticos rebaños sobre las algas cespitosas de los relieves graníticos, remedo en miniatura de elevados paisajes alpinos.
Un grupo de castañuelas (Chromis chromis) en el azul.
Una vaquita suiza (Discodoris atromaculata) sobre las rocas.
A 25 m de profundidad, el abrupto anaranjado de Punta Coticcio no es visible bajo los amarillos parches de los falsos corales. A juego con ellos, un enorme cabracho acecha confiado en la toxicidad de su veneno. Algo más allá, una langosta me hace señas con las antenas para que me acerque. Obedezco solícito sólo para comprobar que en realidad quería que me alejase. El mirto ha hecho estragos. Sobre mi cabeza, bancos de mojarras y obladas me escoltan en ordenada formación, mientras que el amarillo de las colas de las corvinas mantiene la distancia. Sobre el fondo y entre las matas de posidonia circula un sinnúmero de pececillos coloreados: rojos cardenales entre las sombras, azules juveniles de castañuelas curiosos serranos de luminosa barriga. Pero este es el dominio de los lábridos: multicolores thalasomas en su traje de payaso, doncellas de listada librea, centrolabros limpiadores, bodiones de morros generosos y el merlo, señor de estos parajes.
Un grupo de hexacoralarios (Parazoanthus axinellae) tapizando las rocas de Punta Coticcio.
Un enorme y colorista ejemplar de cabracho (Scorpaena scrofa).
Un inquisitivo serrano (Serranus scriba) posa ante mi cámara.
El bostezo del merlo (Labrus merula).
Un joven bodión (Symphodus tinca) entre las frondes de posidonia.
Más abajo todavía, refugiados en las sombrías profundidades a las que les ha empujado la iniquidad humana, sobreviven los últimos grandes meros. En otra ocasión, con menos mirto en mi cabeza y más aire en mi botella volveré para tratar de convencer a un animal tan grande y viejo como un seiscientos de que pose para mí.
Un erizo bajo los imponentes relieves sardos.
Oteando el horizonte (Echinaster sepositus).
Durante la parada de seguridad es frecuente coincidir con algún «peperoncino» (Tripterygion tripteronotus).
Este ermitaño deambulaba entre los restos herrumbrosos de un pecio a 25 m.
Una galatea en su refugio rocoso.
Menos abundantes que las vaquitas, en la zona pueden encontrarse otros nudibranquios.
Las omnipresentes castañuelas dan vida al (sub)paisaje.
Consejos para viajeros
Volamos a Alghero con Ryanair. Si quieren viajar con parte de su equipo de buceo prepárense para sudar tinta a la hora de facturar. Si no desean pagar la barbaridad de 15 por kilo de sobrepeso, no excedan los exiguos 15 kg por maleta que autoriza la compañía (previo pago de la tasa correspondiente). Para que se hagan una idea: un escarpín con suela pesa 500 g. También resultan escasas las dimensiones máximas del único bulto de equipaje de mano permitido.
Un excepcionalmente mal encarado empleado de la compañía en el mostrador de facturación del aeropuerto de Alguero me hizo pasar un mal rato pretendiendo el pago de una sobretasa por la facturación mi material de buceo. Y todo porque le pedí amablemente que me tirase en su papelera un papel que me sobraba. Tras consulta con sus superiores desistió. Si a ustedes les sobran papelitos, por favor pídanle que se los tire. De mi parte. Una última cosa, los asientos no están numerados, con el consiguiente tumulto a la hora del embarque.
La popa del Anthias anthias, un moderno y bien equipado 12 m.
Contacto y reservas
Contraté mis inmersiones con Anthias Diving, con sedes en Cannigione, Olbia y Palau, que además de organizar excursiones de buceo chartea el Anthias anthias para hacer kayak y treking. La empresa cuenta con los servicios de Gianmario Pitzianti, biólogo marino con experiencia que ejerce como guía de grupo y cicerone de lujo. El trato a bordo fue exquisito, con la salvedad del envenenado ofrecimiento del licor de mirto- Un liquore digestivo– asegura Corrado tocándose la tripa con cara inocente. ¡Que el Diablo se lo lleve!.
Davide Petta es el encargado del buceo.
Tel. +39 078986311/+39 3402227447
anthias@anthiasdiving.com
Los sabinares (Juniperus sabina) son una comunidad vegetal muy extendida por las costas de Cerdeña.
Clima
Típicamente mediterráneo, inviernos suaves y veranos calurosos y secos. Los vientos interiores permiten soportar las elevadas temperaturas veraniegas, que alcanzan normalmente los 35-40 º C. En las costas no suelen alcanzarse temperaturas tan elevadas debido a las brisas marinas, pero a cambio la humedad es mayor. Estas mismas brisas se convierten en los incómodos Maestrale y Scirocco.
Una lagartija monta guardia ante una cala color turquesa.
Temperatura del agua
En invierno ronda los 13 º C, por lo que un traje de 5 mm resultará escaso, mientras que en verano alcanza los 30 º C.
La bandera sarda rumbo a puerto después de un día de inmersiones.