Este es el título de mi último artículo en la revista Espacio Submarino, que aquí comparto:
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Buceando en las Antípodas
Hace ya más de dos años que volví de mi viaje a Australia para visitar a mi colega y amigo Jeremy Prince. De mi trabajo en Australia y de la posterior visita de Jeremy a Galicia ya he tratado en entradas anteriores de este blog. Pero naturalmente (en la acepción más estricta del término) durante mi viaje tuve la oportunidad de contemplar una pequeña pero selecta representación de la extraña y maravillosa flora y fauna submarina de esta isla continente. Este es el relato de mis experiencias.
Perth, la capital de Australia Occidental es la ciudad más aislada del mundo. La ciudad más cercana no está en Australia, sino en Indonesia. Además, la gente hace su vida en una estrecha franja de costa, huyendo del «Outback», el abrasador desierto interior. Tim Winton, uno de los escritores de mayor éxito de Australia, explica que «en el Oeste vivimos de espaldas a tierra, pero con el mar en la mirada «. Aislados y cercados por el desierto, la relación de los Aussies del Oeste con el mar es necesariamente muy estrecha, y es también por ello que aquí todo el mundo tiene una historia de tiburones que contar.Freemantle, cerca de Perth, mi hogar durante mi estancia en Australia Occidental.
Esta gente adora el mar, nadan y navegan en masa con la seguridad de que las avionetas y helicópteros de la «shark patrol» zumban por encima de las cabezas cada pocos minutos. Pero tal y como me explica Jeremy en su barco de camino a Rottnest Island, más que por razones de verdadera eficacia, se trata de generar confianza entre bañistas, surfistas y navegantes.
El ancla aún no ha tocado fondo en las cercanías de Rottnest Island, una pequeña isla muy popular como destino turístico, cuando Jeremy, mitad persona, mitad mamífero marino, ya está en el agua con su fusil de pesca.Un popular fondeadero en Rottnest Island.
Yo me demoro un tanto con Adrian Hordyk, biólogo, colega y compañero de inmersión, poniéndome el pesado equipo bajo un sol de justicia. Abajo me tienta una prometedora agua turquesa, aunque relativamente fría por la influencia de la corriente de Australia Occidental.La playa sumergida, en Rottnest Island.
Aquí se da una interesante mezcla de fauna y flora debido a la influencia de la corriente de Leeuwin, opuesta en sentido y temperatura a la anterior. Por ello aquí se pueden contemplar corales conviviendo con bosques de macroalgas pardas.Una colonia de coral duro, en aguas de Australia Occidental.
Una doncella Coris auricularis sobrenadando una formación rocosa cubierta de fauna sésil.
Esponjas tapizando la roca, a 18 metros de profundidad.
Una esponja negra sobre las rocas.
Rocas cubiertas de fauna.
En el fondo arenoso bajo el barco me da la bienvenida un gran ejemplar de tiburón wobbegong, perteneciente a una familia casi exclusiva de estas aguas. Se trata de un tiburón muy tranquilo, que permite acercarse a él a placer. Nada que ver con sus primos, los grandes blancos que abundan en estas aguas.Un hermoso ejemplar de tiburón wobbegong Orectolobus sp., descansando junto a un afloramiento rocoso en la costa de Australia Occidental.
Detalle de la cabeza de un wobbegong, mostrando sus característicos barbillones.
Mientras Jeremy se queda pescando cerca del barco, Adrian y yo exploramos las rocas calcáreas de caprichosas formas que caracterizan el paisaje submarino de esta área de Australia.
Las formaciones calcáreas favorecen la presencia de cuevas submarinas.
El exterior de las numerosas cavernas submarinas, con permiso de los tiburones blancos, está dominado por bancos de enormes sargos búfalo, que entran y salen de las oquedades a modo de grandes obuses plateados.
Las comunidades de peces están dominadas por los bancos de grandes sargos búfalo Kyphosus sydneyanus.
Los enormes Dactylophora nigricans se acercan al fotógrafo sin ningún miedo.
No me gusta adentrarme en las cuevas, ni siquiera las terrestres, pero por esta vez haré una excepción porque Adrian me ha explicado que los diablos azules suelen esconderse en ellas durante el día. Los diablos azules sólo pueden verse en estas aguas, así que reúno coraje y me acerco a la entrada de una de las cuevas más amplias. La abertura, de unos dos metros de diámetro, está guardada por un banco de bonitas colas de golondrina, que se separan cual la cortina de antiguo teatro para dejarme paso.
Los bancos de colas de golondrina Centroberyx lineatus aguardan a la noche en la seguridad de las cuevas.
Iluminándome con la linterna de mi flash submarino mientras me habitúo a la penumbra, me detengo junto a un pez cofre mientras las abigarradas antenas de las langostas acarician mis aletas.
Los peces cofre Anoplocapros lenticularis y las langostas Panulirus cygnus también se refugian en las cuevas durante el día.
Me adentro un poco más en la cueva para doblar un gran saliente rocoso que me impide el paso. Trato de no tocar las paredes de la cueva para no dañar a los corales blandos que las tapizan. El saliente me fuerza a pasar cerca del techo y mientras trato de que la grifería de la botella no choque contra la roca, vislumbro con el rabillo del ojo una mancha negruzca cerca del fondo. Enfoco la linterna y con un fogonazo un precioso pez azul eléctrico se destaca contra el inmaculado fondo coralino. ¡Un pez diablo azul!. Lo contemplo embelesado un buen rato, mientras pienso que ha merecido la pena superar mis temores y explorar la caverna.
Este bonito diablo azul Paraplesiops meleagris, de unos 20 cm de longitud y nada tímido con los buceadores, descansaba en el interior de una cueva rocosa.
Una vez fuera de la cueva, y antes de volver al barco me recreo en una soleada pradera de hierbas marinas y contemplo los bancos de juveniles que juguetean entre las hojas. Cerca de ellos tengo la suerte de ver un banco de vistosas viejas viudas, otra de las especialidades locales.
Grupos de juveniles nadan entre otros de los hábitats característicos de los fondos más someros: las praderas de fanerógamas marinas.
Finalmente busco la cadena del ancla y subo a su lado sin poder evitar pensar en que hace unos seis meses un buceador murió devorado por un tiburón blanco en esta zona mientras realizaba una parada de descompresión. No sabía que los grandes blancos atacasen a buceadores sumergidos, hasta ahora creía que se limitaban a los bañistas o surfistas en superficie. Subo a cubierta, donde Jeremy nos espera desde hace un rato, levantamos el ancla y nos dirigimos a nuestro segundo punto de inmersión.
Un vistoso grupo de viejas viudas Enoplosus armatus, también exclusivos de estas aguas.
Tras apenas unos minutos de navegación nos detenemos al lado de una boya oceanográfica de un amarillo brillante, ya con el sol besando el horizonte. Mientras preparamos los equipos, linternas incluidas, Jeremy comenta desenfadadamente que estamos junto a la boya australiana con mayor número de detecciones de marcas en tiburones blancos. Me lo pienso mientras parpadeo y les propongo atropelladamente que nos vayamos tranquilamente a disfrutar de unas bien merecidas cervezas. Todos coincidimos, así que levamos anclas y nos vamos derechitos al primer bar que encontramos.
El viaje de la boya errante: de A Coruña a Australia
Aunque para los antiguos griegos los antípodas eran los habitantes del otro lado de la Tierra, durante la oscuridad de la Edad Media la Tierra se hizo plana, por lo que los antípodas hubieron de convertirse en monstruos:
Naturalmente, mi idea acerca de los australianos siempre ha estado muy lejos de la que dominaba en la Edad Media, pero nunca gocé de un conocimiento excesivamente cercano acerca de los habitantes de esta gran isla continente.
Hasta que hace algo más de un año, Jeremy Prince, investigador de la Universidad de Murdoch, en Australia Occidental, me invitó a conocer la realidad de la gestión pesquera en los estados de Australia Occidental y Victoria, y por extensión, de un montón de Aussies (australianos, en argot). De todo ello he dado buena cuenta en anteriores entradas de este blog.
Pues bien, hace unos meses esta boya fabricada en A Coruña apareció arrojada en una playa de Albany, en Australia Occidental. Su itinerario, un remedo de mi propio viaje.
Se trata de una boya fabricada por una empresa de efectos navales coruñesa para ser utilizada en aparejos de arrastre de profundidad. Sus fabricantes sospechan que la boya fue comprada por un arrastrero sudafricano, y después de desprenderse del aparejo, continuó su singladura hasta su destino final en las costas australianas.
Otra posibilidad es que realizase el viaje completo desde las rías gallegas hasta las blancas arenas australianas. En todo caso, la peripecia de la boya me ha servido para revivir mis experiencias al otro lado del mundo y para hacerme recapacitar acerca de la similitud entre las relaciones humanas y las oceánicas.
Beneficios de los arrecifes artificiales para las orejas de mar
Ocean Grown Abalone from Red Meets Blue on Vimeo.
Cacatúas, abalones y evaluaciones pesqueras
Luce un sol espléndido que invita a pasear y disfrutar del encantador ambiente de Port Fairy. Miro por la ventana y contemplo a un grupo de cacatúas paciendo sobre el cuidado césped, mientras un equipo local de fútbol Australiano entrena a escasos metros. No sabía que las cacatúas paciesen, ni que los Australianos considerasen al rugby un deporte para chicas. –Ver para creer-, pienso para mí.
Cacatuas (Corellas, Cacatua tenuirrostris) pastando.
La reunión acaba de empezar y se respira un ambiente de tensión contenida. Los miembros del Ministerio de Pesca, encabezados por Bill Lussier, informan sobre el estado de las pesquerías de abalón del Oeste de Victoria. Sentados alrededor de una amplia mesa escuchan atentamente 8 propietarios de cuotas y varios buceadores de la Western Abalone Divers Association (WADA). También asisten como asesores científicos de reconocido prestigio procedentes de distintas instituciones de investigación.
Reunión de la Western Abalone Divers Association en Port Fairy, Victoria.
Las diapositivas repletas de gráficos y tablas se suceden mientras Harry Gorfine, biólogo del Ministerio, explica su contenido. Parte de la información sobre la pesquería proviene de muestreos realizados por científicos, pero la mayor parte procede de los propios buceadores. Todos los buceadores del Oeste de Victoria llevan en sus barcos de manera voluntaria unas máquinas con las que miden la longitud de todos los abalones que capturan. Cada dato de longitud queda asociado automáticamente a la posición del barco mediante un GPS. Además los buceadores llevan unos dispositivos que almacenan la profundidad de sus inmersiones mientras pescan.
La máquina de registro de tallas que los buceadores usan en el Oeste de Victoria.
La máquina de registro de tallas en funcionamiento.
Harry termina su exposición. La tensión de la sala es palpable. Ahora es cuando comienza el juego. Cada uno debe mostrar sus cartas y aprovechar el momento más idóneo para realizar su jugada. Los buceadores quieren aumentar las capturas en un 40% y flexibilizar el rígido reparto por arrecife, agrupando las cuotas de varios arrecifes de manera que puedan escoger donde recolectar, según sus preferencias. De esta manera esperan repartir el esfuerzo de pesca y evitar presionar en exceso sobre algunos de los arrecifes.
Me sorprende la manera constructiva con que se suceden las distintas intervenciones. La postura de la WADA es homogénea, no hay voces discrepantes. Eso les otorga fuerza, pero el Ministerio también sabe jugar sus bazas; y Harry es perro viejo. Punto muerto. Jeremy se levanta. Pide una pizarra, escribe los nombres de los arrecifes y después traza una flecha detrás de cada nombre. El espacio vacío tras la flecha se rellena en un momento de cifras, toneladas por cuota. Todos intervienen de forma ordenada mientas se borran cifras, se suman, se dividen y se escriben otras nuevas. Finalmente llegan a un consenso. A la espera de la decisión final del Ministerio, no habrá un aumento de la cuota total para el año que viene, pero los buceadores pueden repartir las cuotas de los arrecifes según su propuesta.
El acuerdo final sobre el reparto de cuotas entre los arrecifes, bosquejado en una pizarra.
Para sortear el restringido horario de apertura de los bares australianos, algunos establecimientos optaron por autodenominarse hoteles para disfrutar de un horario de apertura más amplio. La ley que rige la apertura de los bares se ha relajado con el tiempo, pero muchos establecimientos continúan llamándose hoteles. La tensión de los asistentes se ha relajado según avanzaba la discusión sobre el reparto de cuotas. Una vez logrado el acuerdo final, nos vamos a terminar de disiparla en el Hotel Stump, uno de los más antiguos de Australia. El ambiente es de total camaradería. Contemplo a los biólogos, pescadores y políticos disfrutando juntos de sus cervezas y copas de vino, charlando animadamente, y pienso que ha sido un gran día.
Después de una opípara cena, los más animados nos reunimos en la terraza de nuestro verdadero hotel, acompañados por unas cuantas botellas de buen vino Australiano. Harry Peters, el secretario de la WADA, me pregunta mi opinión sobre el proceso. –Chicos, me siento orgulloso de vosotros– le digo. Brindamos.