Sentir el sol en la cara después de varios días de duro trabajo de campo con mal tiempo es una maravilla. Luce un temprano y espléndido sol que hace que el puerto de Lira brille con luz propia. Estamos realizando censos visuales mediante buceo para evaluar el efecto de la reserva sobre los animales y plantas de la zona. Nos quedan aún unos días de trabajo en el mar, así que aprovecho para relajarme unos minutos antes del embarque.
Hoy es domingo, así que en la rampa del puerto no se escucha el bullicio que genera la actividad de los pescadores. Es temprano y las claras aguas permiten ver el fondo. Los mújoles se acercan con las aletas extendidas a las piedras para que los pequeños sargos los desparasiten. Un cardumen de pequeños alevines estalla sincrónicamente ante el ataque de varios lanzones. La agitación se transmite a la tranquila superficie de tal manera que el efecto es idéntico al de un súbito chaparrón. Algunos plásticos arrojados por los pescadores flotan en la superficie entre otros desperdicios y manchas de carburantes. Parte de la basura se acumula en el fondo, entre restos de inservibles aparejos de pesca. Pero algo más se agita en el fondo portuario.
Un grupo de aproximadamente 600 ejemplares de centolla (Maja brachydactyla) se agolpan en el puerto de Lira, A Coruña (Spain).
Los puertos están situados en zonas de abrigo natural. Los animales aprovechan la protección de estos espacios para buscar refugio, reproducirse y alimentarse. Si contaminamos estas tranquilas y cálidas aguas estamos desaprovechando unos espacios que actúan, de hecho, como santuarios para la fauna. En los puertos no se puede pescar, así que los animales están protegidos de la rapacidad humana.
Marco, uno de los mariscadores de Lira, me cuenta que antiguamente en los muelles había unos varales con ganchos que usaban los pescadores para capturar las centollas que se ponían a tiro en las rampas. Hoy eso no sucede y los pescadores observan a los animales arrastrarse en masa por el fondo con una mirada extraña en el rostro. También me cuentan historias acerca de enmalles fantásticos de cientos de centollas. Tan pesados que rompían las redes.
Protejamos los puertos. Exijamos que se mantengan limpios y libres de contaminación. Seguro que el mar nos lo agradecerá.
Otro habitante de los fondos portuarios. El apreciado bogavante (Homarus gammarus). Puerto de Lira (3 m de profundidad).